Lame duck: los tiempos invisibles de un gobierno

A propósito de las elecciones estadounidenses, que por primera vez en la historia han puesto a tambalear a la democracia “más estable” del mundo, dado el ambiente polémico que ha girado en torno a estas y sus dos contendores, vale la pena traer a colación un concepto de larga trayectoria en la política de los Estados Unidos: Lame Duck. Una expresión que literalmente grafica a un pato al que le falta una extremidad pero cuyas implicaciones son serias para aquellos que se creen eternos en un cargo de elección popular. 

¿De qué trata el lame duck?

En el argot político anglosajón es común utilizar la expresión lame duck (“pato cojo” en español) para hacer referencia al periodo después de la elección de un presidente, pero anterior a su investidura, esto es, al periodo en que el mandatario actual “tiene el poder formal pero ya no lo ejerce plenamente”. 

Esto es así porque al haber perdido para ser reelecto o simplemente al decidir no continuar en el cargo, su propuesta pierde vigencia y, por consiguiente, su poder político se ve diezmado; gobernantes y políticos electos no se sienten obligados a cooperar con él, pero a su vez, el mandatario lame duck (“pato cojo”) tampoco se siente en la obligación de cooperar con el gobierno entrante e, incluso, se sienten en mayor libertad de tomar medidas impopulares, toda vez que no están comprometiendo una elección ni un gobierno futuros. 

Origen de la expresión 

Pero… ¿de dónde surge esa expresión? Según algunas fuentes, esta expresión fue utilizada por primera vez por el periódico Appleton Post-Crescent de Wisconsin, para referirse al presidente Calvin Coolidge en un artículo titulado “Making a lame duck of Coolidge”.

Sin embargo, su origen tiene un sustento mucho más orgánico y se remonta al año 1933 cuando el Senador Norris propuso la Vigésima Enmienda de la Constitución de los Estados Unidos, con la cual se redujo la transición presidencial y el periodo de ‘lame duck’, tiempo durante el cual, tanto congresistas como el presidente deberían seguir cumpliendo con sus funciones plenamente. 

¿Es el lame duck un mal generalizado de las Democracias Modernas?

No obstante, como se mencionaba precedentemente, en la praxis política, no se cumple dicho mandato constitucional. De hecho, el fenómeno del lame duck, no es único de los Estados Unidos, este es un problema que golpea todos los Estados y sus democracias, ante todo, en el último semestre de mandato, en los periodos de transición de gobierno. 

En una primera instancia, se ven comprometidos principios de la función pública como la celeridad, la transparencia y eficiencia, por la falta de articulación y cooperación entre las diferentes instancias y niveles de gobierno, quitándole ritmo a la gestión saliente y comprometiendo la gestión entrante; en segundo lugar, durante el periodo electoral, en ocasiones, los mandatarios, suelen perder el foco y surgen cuestionamientos por su participación en política, más cuando aspiran a la reelección; y finalmente, si no logran concretar la propuesta de reelegirse, como se mencionó anteriormente, tienden a perder vigencia. 

Se le debe quitar la ‘cojera’ al pato 

Sin duda alguna, las consecuencias del lame duck, en casos en donde se han comprometido de manera importante gobiernos entrantes, tanto en sus recursos políticos como económicos, pueden ser devastadoras para la gestión de un territorio y el bienestar de su ciudadanía, por tanto, se hacen imprescindibles acciones oportunas, eficientes y con vocación en el tiempo dentro de los gobiernos de principio a fin de las Administraciones, de manera tal que articulación y sinergia sean principios rectores en la práctica política y la férula perfecta para quitarle la ‘cojera’ al pato. 


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