Las dos caras de la inteligencia artificial en los procesos electorales

La inteligencia artificial ha llegado para quedarse. Ha planteado un nuevo paradigma en la forma como nos relacionamos. 

Recientemente, la inteligencia artificial ha comenzado a adquirir un rol fundamental en la democracia, ante todo en lo que se refiere al atributo participativo y electoral de la misma. Se ha visto como “partidos políticos utilizan exactamente la misma técnica que compañías como Amazon para dirigir sus mensajes a sus potenciales electores” (www.economiadigital.es); o como otros países a través de hackeos masivos son capaces de interferir en las elecciones de otro Estado en favor de uno u otro candidato, como pasó en las presidenciales estadounidenses del año 2016, cuando el Partido Demócrata hizo fuertes denuncias contra Rusia de haber intervenido en favor de la campaña de Donald Trump. 

Algunos ejemplos de casos de éxito de inteligencia artificial en procesos electorales

Verbigracia lo anterior, en España, la empresa Chatbot Chocolate, diseñó Elecciones.chat, una chatbot y voicebot disponible para asistentes de voz del hogar como Alexa y también para WhatsApp, con la cual, los usuarios pueden conocer el contenido de los programas de gobierno mientras realizan labores del hogar o solo con enviar un mensaje por WhatsApp a un número específico.

Aquienvoto.org es otra aplicación diseñada en España que identifica los partidos políticos con los que más afinidad tienen las personas. Para ello, deberán responder a una serie de afirmaciones políticas y de acuerdo a sus respuestas se marcará su tendencia ideológica (www.byzness.elperiodico.com).

En Israel, la compañía OrCam Technologies LTD., diseñó las OrCam MyEye 2.0, un dispositivo con el que se pretende devolverles a las personas con discapacidad visual su autonomía. Este dispositivo que tiene un precio en el mercado de COL$13’500.000 (US$4.500), está siendo utilizado en este país para que las personas con discapacidad visual puedan ir a votar sin asistencia alguna. 

También, hemos visto la insistencia de expertos y defensores de la tecnología Blockchain, de implementar el voto telemático. Sostienen que esto no solo aumenta la seguridad de los procesos electorales, porque una vez emitido el voto no se puede modificar ni manipular; sino que le ahorra millones al erario público y acerca estos procesos al ciudadano, toda vez que puede emitir el voto desde su casa, su móvil, un ordenador, etc. Países como Brasil, Japón, Estonia, EE. UU y Suiza, han venido implementado este tipo de voto con éxito.

La otra cara de la moneda 

Hasta acá podríamos decir que la inteligencia artificial se está convirtiendo en una gran aliada de los procesos electorales e incluso, en el pensamiento de muchos lectores podría estar la idea de implementar esto en sus territorios. Sin embargo, toda moneda tiene sus dos caras. Y esta, no es la excepción. 

Desde hace décadas se viene hablando de la brecha digital y de cómo esta iba a seguir aumentando la desigualdad e inequidad entre ricos y pobres. Actualmente, aunque se habla de asequibilidad digital y tecnológica, esta brecha continúa. 

Según datos de la CEPAL, para 2018, habían 68 millones de personas en condiciones de pobreza en América Latina; estudios recientes advierten que 6:10 niños que asisten al colegio (en esta misma región) no cuentan con una computadora en su hogar (www.ipsnoticias.net); aunque en las últimas décadas se haya intensificado el fenómeno de la migración a las ciudades, todavía quedan en nuestra región Latinoamericana grandes poblaciones rurales, en donde el acceso a Internet es limitado o casi nulo; el ciudadano digital promedio utiliza la Internet para entretenerse y no para educarse; y en este sentido, nos podríamos quedar dando cifras alrededor de la brecha digital que se vive en los países pobres del mundo. No obstante, basados en algunas de estas cifras, el objeto de este artículo es hacer un llamado de atención sobre el papel de la inteligencia artificial y el aumento de la brecha digital en los países pobres y, específicamente, en el aumento de la inequidad en los procesos electorales, dadas las condiciones de carencia, bajos niveles educativos y de acceso a internet de grandes proporciones poblacionales. 

Los casos de éxito de estas nuevas tecnologías han tenido lugar en países con grandes índices de calidad de vida y desarrollo, pero al pensar en países del llamado Tercer Mundo o países en vía de desarrollo, es inevitable no comenzar a cuestionarse sobre los niveles de éxito de las mismas y, de hecho, plantearse ciertas preguntas al respecto: ¿Qué tanto debería automatizarse un ejercicio que,  per se es humano? ¿Debería aplicarse solo a ciertos procesos? … Y finalmente… ¿Podría la inteligencia artificial en algún momento convertirse en negacionista del derecho político fundamental al voto? 

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