No hay nada que defina mejor a una persona, a un producto, servicio u organización que la construcción de una historia genial, poderosa y que esté cargada de esa emocionalidad que la fija en la memoria de cualquiera.
Al construir un storytelling de un producto o servicio se acude a su acumulado que esté lleno de historias con dulces, amargos, héroes, villanos, puntos de giro, finales aparentemente definitivos pero que siempre son perspectivos pues hay múltiples desarrollos.
Convertir la experiencia de una persona, de una empresa, de una organización en una historia es fortalecerla en el tiempo que va a durar en la mente y el corazón de sus públicos, pues el cerebro en su sana combinación con el corazón, siempre suele evaluar las decisiones a partir de las experiencias que nos generan desde sus estímulos comunicacionales, las marcas de estos seres humanos o materiales.
No tema convertirse en una buena historia que se divulgue como un relato positivo o negativo, no hay nada que temer, pues al final de cuentas la experiencia personal de alguien no se equipara con las potencialidades que tiene una persona o institución para cumplir con la misión identificada como esa que sana y salva vidas.
Miguel Jaramillo Luján, Consultor en MarketingPolíticoyGobierno.com