Llegar al cerebro de un elector en América Latina es transitar un camino de mediano plazo que se inicia con el reconocimiento, sigue con la favorabilidad y llega hasta la decisión de voto; logro final para el cual se trabaja desde una campaña o un gobierno.
Existe un recurso muy presente en las campañas políticas de un continente como el nuestro, donde los partidos políticos agonizan bajo el yugo de los caudillismos. Se trata de los líderes que endosan, figuras de alto reconocimiento que poseen grandes márgenes de respaldo efectivo racional o emocional y han logrado generar imaginarios entorno a sí, que son fácilmente reconocibles y asociables a hechos de fuerte impacto para el territorio donde gobiernan o gobernaron.
El candidato endosado para cargos uninominales, puede cabalgar encuestas y sondeos en etapas de reconocimiento y favorabilidad, pero el endoso que no se manifiesta en el ADN del aspirante, poco le sirve a la hora de la recta final y de provocar esa decisión de voto.
No se puede confundir la elección de cuerpos colegiados o una votación nacional con el comportamiento de los electores en contiendas locales. En lo local el ciudadano es sujeto de las necesidades puntuales y de las tensiones que reclama al gobernante resolver y es ese potencial servidor, quien debe exponer el cómo de manera puntual y verse comparado con otros cómos ya aplicados o por aplicarse de los colegas en contienda.
Por eso, no creo en los endoses como único recurso para lograr la decisión de voto desde el cerebro-corazón del ciudadano en la recta final de unas elecciones. Trabajar esa recta final y ese Día D desde respuestas puntuales a las tensiones del territorio pero desde la capacidad individual del aspirante, es la clave y si se tiene un endose que haga más fuerte lo primero en el imaginario, pues será de gran ayuda.
Miguel Jaramillo Luján Consultor Político