En la recta final de cualquier proceso electoral es habitual que algunos sectores como la academia, los empresarios, gremios, entre otros; convoquen a debates entre los aspirantes a un cargo de elección popular. Se trata de ejercicios de diálogo y discernimiento que permiten ir al fondo de las ideas y la capacidad que tiene un ser humano, para ocupar un lugar en el gobierno.
Sin embargo es frecuente ver en América Latina que las campañas realizan una preparación parecida a la de un examen oral de colegio, es decir, que solo se basa en tener claras las cifras y la mejor respuesta; pero no se ahonda en el significado de aspectos que son decisivos como el tono, el vestuario, entre otros factores decisivos para salir vencedor en el debate y – sobretodo- Ganar en el corazón-decisión del elector que irá a tomar partido por usted a las urnas.
Un buen debate exige un estricta preparación y unas sesiones de entrenamiento según los perfiles de los escenarios, para revisar aspectos que llegan directamente al cerebro del elector y lo hacen tomar partido emocional-racional.
Temas como el manejo de palabras claves, la generación de ejemplos, la construcción de analogías, el autocontrol, la inteligencia emocional, la expresión del cuerpo, los gestos más poderosos, el uso de las extremidades, el color de la ropa; son solo algunos frentes de trabajo que requieren el apoyo de un equipo con experiencia y de tiempo para que la disciplina del verdadero líder o de quien se proyecta para serlo, pueda traer a su vida los frutos a los que aspira.
Miguel Jaramillo Luján Consultor Político