Por: Miguel Jaramillo Luján
Vivimos tiempos de profunda inconformidad y molestia
social en América Latina y Ecuador no es ajeno a esta oleada de protestas en la
región que demuestra un descontento social que era como una olla a presión que
permaneció contenida en medio del debate de izquierdas o derechas. Corrupción,
injusticias y fallidas reformas económicas han hecho que miles de personas
salgan a las calles a hacer sonar sus voces y cacerolas, exigiendo cambios y respuestas
por parte de los gobiernos.
En Ecuador las protestas tuvieron lugar entre el 3 y el 13 de octubre pasados aunque la molestia sigue, después de que el presidente Lenin Moreno anunciara unos ajustes económicos en los que se incluía el retiro del subsidio a los combustibles. Las manifestaciones dejaron una decena de personas fallecidas y más de 1.300 heridos, aparte de los destrozos que se presentaron principalmente en la zona de la sierra ecuatoriana.
Es claro que los ecuatorianos están exigiendo cambios, en las calles y en las urnas, y los gobiernos se han visto en la obligación democrática de escuchar al pueblo, pues creían que se podía gobernar, administrar justicia o legislar de espaldas al pueblo. ¿Si se hará realidad que para las elecciones del 2021 comiencen a regir los cambios?
En Ecuador operará un nuevo sistema de asignación de escaños en Asambleas, Parlamentos Andinos y Concejos, así se aprobó en la Asamblea Nacional, mediante un paquete de cambios al Código de la Democracia en los que está incluido el cambio de método de asignación de escaños que pasó del D'Hont (tradicional por partidos) al Webster, por medio de listas cerradas.
D’Hont es un sistema electoral de cálculo proporcional mediante un método de promedio mayor, que consiste en la división del número de votos emitidos para cada partido entre el número de cargos electos con el que cuenta cada circunscripción. Este sistema establece que se debe obtener un mínimo del 3% del total de los votos para obtener representación.
Este sistema podría perjudicar a los partidos con voto disperso y premiar a los nacionalistas que tienen votos muy concentrados, haciendo que cada escaño sea más caro o que un el voto de los ciudadanos valga diferente en función del punto geográfico.
Por su parte, el Webster es un método de promedio mayor para asignar escaños en sistemas de representación proporcional por listas electorales. Se caracteriza por dividir a través de distintos divisores los totales de los votos obtenidos por los distintos partidos, produciéndose secuencias de cocientes decrecientes para cada partido y asignándose los escaños a los promedios más altos.
La reforma, propuesta por la presidenta de la Comisión de Justicia, Ximena Peña, se aprobó con 76 votos, y aunque podría significar un golpe a los partidos grandes, se aprobó con el fin de ampliar la representación.
Es indudable que lo ocurrido en Ecuador no se soluciona solo con cambiar un sistema electoral o los mecanismos para hacerle frente a la desproporción en las ramas del poder público, pues en sintonía con lo que viene pasando en Chile, Colombia y Perú el descontento social de sectores juveniles con el respaldo de sindicatos, centrales obreras y movimientos de izquierda, aboga por una trasformación más de fondo que permita una mayor equidad social, que brinde mayores garantías en la lucha contra la corrupción que se robó solo en la década del gobierno de Rafael Correa más de 70 mil millones de dólares según lo reveló la señora Dora Ordoñez, secretaria anticorrupción de Ecuador, lo cual se corrobora en el lugar 34 que ocupa el país en los índices de Transparencia Internacional.
Sin duda Ecuador se juega dos años claves para su presente y su futuro en medio de un convulso panorama social. El 20 y el 21 van configurar el escenario ideal para comprender si gobierno, sector productivo y partidos de derecha comprenden realmente la agenda de los jóvenes y ciudadanos y esto no genera movimientos de para permanente como ocurre en países vecinos y así llega el momento de elegir el relevo del presidente Lenín en el 21 con un péndulo político que podría irse a otro lado por cuenta del miedo, el odio u otras emociones fuertes a las que podrían apelar ciertos sectores sociales, empresariales o políticos con el propósito de generar reacciones encontradas en medio de la situación.
Los manifestantes en la sierra de Ecuador y en algunas regiones de ese bello país no son distintos en esencia a aquellos jóvenes, quienes junto a sus padres están tomándose las calles de ciudades como Bogotá o Santiago de manera pacífica para reclamar un cambio profundo en el modelo.
¿Está en crisis la democracia en la región? Varios sondeos e investigaciones hechas por universidades y organizaciones ajenas al Estado, demuestran que muchas personas hoy en países como Brasil, Venezuela, Colombia, Perú o Ecuador no confían en la democracia como el sistema deseable para gobernar sus territorios lo cual es llamativo porque también es real que hay un amplio sector de clase media y alta que defiende el sistema o al menos no lo cuestiona, pero si esa crítica sigue avanzando y son los jóvenes y jóvenes adultos los que ya como mayoría en ciudadanía activa están pidiendo cambios y ajustes, es porque urge a la sociedad repensar el sistema, urge a la sociedad buscar otro modelo de organización política, otro modelo de Estado, comprendiendo este como una combinación del esfuerzo entre quien gobierna y quienes son gobernados.
Estos jóvenes y sus padres, quienes representan una clase media y baja que lleva años tratando de que se rompa la brecha de acceso equitativo a las oportunidades, son una voz que trasciende incluso a centrales obreras, sindicatos y lideres de izquierda, y aunque estos quieran “subirse al bus” de las protestas, poco a poco se irán quedando solos, pues muchas veces apelaron a la violencia, el odio y otros mecanismos que este movimiento no aprueba. Esta generación sueña con una sociedad justa donde no se tenga que convertir en una aventura con cara de pesadilla la búsqueda de un futuro para el ecuatoriano promedio.
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Magíster en Gobierno, Estratega y consultor político, elegido entre los 100 más influyentes de la Política en el continente por MPR Washington y autor del Libro Marca Poder el Poder como Marca editado por Planeta.
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