FORMAS DE HACER CAMPAÑA DESDE EL GOBIERNO

Las democracias latinoamericanas, en las que predominan los sistemas políticos presidencialistas, tienen la preocupación constante de medir su popularidad y su fuerza movilizadora de cara a los siguientes comicios. Desde la perspectiva de la Campaña Permanente, se ha desdibujado el timing de campaña y el timing de gobierno y por ende, cada oportunidad de saber cuántos votos se tienen, quién apoya al gobierno y cuál es el humor social, será aprovechada por el mandatario de turno, y la figura revocatoria del mandato no se escapa a esa dinámica.

El caso de AMLO del pasado domingo no es el primer ejemplo que vemos en nuestra región. La figura que busca plebiscitar la popularidad de un gobierno y que está contemplada en las Constituciones de Venezuela, Bolivia, Perú y Ecuador, ya fue puesta a prueba el año 2004 por Hugo Chávez y por Evo Morales en 2008, con resultados favorables para ambos líderes y sirviendo como elemento de la narrativa que les permitió perpetuarse en el poder.

De planearse bien esta estrategia y tener la seguridad de generar resultados que el ciudadano perciba en su metro cuadrado, es un ganar – ganar, es decir, se va a las urnas con nombre propio (el del mandatario a revocar), sin contrincantes y sin desplegar una campaña electoral en regla, con todos los recursos que demanda.

Como caso de estudio, el presidente mexicano, Andrés Manual López Obrador perdió más de lo que ganó. Para AMLO el único objetivo era saber cuántas personas acudían a las urnas, pues ya estimaban que el ejercicio no iba a ser vinculante por el umbral y como resultado principal, tras cumplir dos terceras partes de su gobierno, el mandatario mexicano no podrá seguir usando el “me apoyan 30 millones de personas” para justificar las decisiones impopulares, pues esos 30 millones de ciudadanos que lo llevaron a la presidencia, hoy apenas llegan a la mitad. Ahora, intentará migrar a “el 90% de quienes votaron confían en mí” pero no será suficiente para llevar al legislativo una iniciativa que le permita reelegirse en un México antirreeleccionista, mucho menos para endosar los votos a otra persona. Tendrá que centrarse más en dar resultados que en el discurso, pues los principales indicadores de progreso del país no repuntan.

En síntesis, hacer campaña desde el gobierno es posible siempre y cuando se gobierne. De otra manera será imposible plebiscitar un apoyo cuando no se transforma positivamente el día a día del ciudadano y si no se crea un mito de gobierno que mantenga vigente las obras y ejecutorias.

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